miércoles, 11 de junio de 2008

Me gustan las mujeres fáciles.





Posiblemente me gustan las mujeres fáciles,
por que me gustan las que son como flechas impías,
desnudas y venenosas, abriéndose paso a las resistencias
y tocando fibras cardiacas sin preguntarse cuando llegará
ni cuanto durará.

Posiblemente me gustan esas, que tanto desprecias,
con tu ladrido hipócrita contenido en un bozal de impotencia,
esas que saben que sus labios no están cocidos con tribales costuras de moralina disfrazada.

De fijo me fascinan aquellas, que se lanzan directo a mis ojos,
aunque las absorba el miedo, aunque sepan que son un par de abismos,
y no les importe quedar en el punto de partida.
De fijo me gustan aquellas, que no pintan las cartas para sus castillos,
del color del concreto frío, de un insípido gris descolorido.

Me gustan las que no me atan al futuro, de por si incierto y siniestro,
de por sí frío y grotesco, de por sí plagado de engaños, de por sí obligatorio.

Me gustan fáciles, como vos les llamas, mi beata amiga, tus desafiladas frasecillas gratis, no logran domar esa serpiente alada, cuando humeando en tu piel, se retuercen moralinas que sucumben a los argumentos de tu deseo.

Si fáciles son esas mujeres poderosas, con sueños, y metas gigantes, y que compartieron conmigo un instante fugaz pero eterno, como el universo mismo, definitivamente, mi fervorosa amiga, me gustan las mujeres fáciles.

Pablo Pérez Sibaja (Junio 11 2008)

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