domingo, 15 de junio de 2008

Trescientos Doscientos Cien cincuenta


Después de ver trescientos, me empecé a sentir espartano, un espartano fiero, un guerrero cojonudo, me inyectó inspiracion Leonidas, que aguantó a ese monton de Persas, en las termopilas, y que no tenían miedo a morir, es más gozaban cada batalla sin miramientos, sin quejarse, cagados de risa... y entonces cuando mueren, despues de haber sostenido a un millon de persas, por defender su libertad y sus ideales, me decido levantar de la cama, ya para ese momento cien de mis fieros guerreros la palmaron levantando mi cuerpo, y me enfrento al apartamento sucio y asqueroso, porque no llegó la señora que limpia, pero no me importa, estoy inyectado de esparta, estoy con un fuerzon griego, milenario, me meto al baño con agua fría, y me medio despierto, y decido hacer frente a mi vida, me seco y visto, no me importa el frío aunque ya perdí otros cien hombres, con los que me quedan y entro a la cocina, para comenzar a limpiar voy quitar la bolsa de basura que ya está rebalsada, busco los guantes, no hay, pero a un espartando que le importa ensuciarse las manos, con asquerosidades putrefactas de la basura, no joda, majo los desechos los presiono hasta el fondo... un tufo endemoniado, rancio, entra por mi nariz, pero cincuenta hombres más sucumben deteniendo el vómito que trata de expulsar mi estómago herido, agarro el plástico, le logro hacer el nudo, pero unas larvas de mosca que se arrastran, terminan matando a los pocos espartanos que quedaban. Avergonzado, después de lavarme las manos, vuelvo a la cama...

Pablo Pérez Sibaja (junio 2008)

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