sábado, 20 de junio de 2009

Ultimo maquillaje de noche (De "relatos de vampiros en chepe")




Cuando encontró esa figura delante suyo, los ojos se le desfiguraron en una mueca redonda de asco y miedo. La piel se le erizó, y un escalofrío se deslizó por su desnudez húmeda y blanca. Por fin lanzó el grito contenido en sus ojos , fijos en la imagen que tenía en frente:
¡Estoy Gorda! Y a apresuró a apartar la vista del espejo.

La modelo desenreda su cabello siempre de forma parsimoniosa, impulsando con el peine pequeñas gotas que empañan el cristal. Esta vez mientras se observa, en su mente revolotea la pueril preocupación de verse gorda esa noche, de si sus amigas de la agencia considerarán a su acompañante de ésta noche poco atractivo para estar con ella.
No tiene sobrepeso en lo más mínimo, su cuerpo es perfecto, y su cara expele efluvios celestiales; la pequeña saliente baja en el vientre, huele a esa sangre sucia que se expulsará máximo en dos días gracias a la perfecta sincronización lunar de su ciclo menstrual.
En los días anteriores al período, siempre se siente con peso de más, y se deprime.
Llevo varios meses siguiéndola.
La observo examinándose los ojos en el reflejo, atenta, minuciosa, como tratando de encontrar un alma allá al fondo, así luce siempre cuando trata de averiguar el mejor color de lentes de contacto, para usar ésta noche, la noche de su último maquillaje.
La pasarela de la vida es para ella lo que puede tocar, lo que pueda poseer, a eso se reduce, la muerte, un tema lejano, Dios, algo delegado a los pastores, alguien a quien debe rezar y temer, y nunca causar enojo.
Ninguno de esos temas superarán la atención dedicada al reflejo de su cuerpo, a la apariencia de su cabello, o si “me veo buena con este vestido”.
Hace poco lloró por un problema amoroso: Debía finalizar su relación, pues conoció al dueño de un automóvil mejor.
Ensayó horas la forma más apropiada de llevar su mano a la boca, midió el volumen y textura de cada sollozo, para resultar siempre atractiva, aun en ese momento, al pobre diablo con el cual terminaría.
Así es ella.
Los antiguos sabios pensaban en la belleza interna como algo irremediablemente reflejado en el cuerpo. Se equivocaron. Ese cuerpo es estético, sin embargo, dentro de tan luminoso estuche el concepto de belleza está empequeñecido y amordazado muy al fondo.
Tampoco encontré fealdad, lujuria, piedad, ¡nada!
Curioso encontrar una criatura impulsada sólo por algo parecido a la más pura vanidad, viviendo constantemente del “momento” sin preguntas.
Está ahí, existiendo, en su eterno desfile de modas, sin sospechar de la muerte que repta siempre a su lado esperando el más leve tropiezo, o la más larga longevidad.
Pero yo voy a mostrarle el camino hacia sí misma, cuando capture su importante cuerpo entre mis brazos, cuando penetre en su perfumado cuello, y le vacíe le líquido ralo por materialismo que corre por sus venas.
La convertiré en un ser sin reflejo.
Cuando eso ocurra, los adictivos espejos no le servirán de nada excepto para ver la imagen de los demás. No malgastará su tiempo pensando en su anorexia, o en el lápiz labial, pues quedará encarcelada en su hermosura para siempre; y entonces, estará obligada a preguntarse si tiene alma, si existe la muerte, si la dualidad del bien-mal es sólo un punto de vista, y lo hará ahora cobijada por la noche, saciando su sed con sangre.
Terminó de prepararse para su cita, viene hacia mí ahora, un pie detrás de otro, siempre su andar gracioso, siempre esperando ser visible. Esa prepotencia que le dibuja tan hermoso rostro no existiría, si supiera que perderá su inmaculado reflejo, por fijarse en éste deportivo del año, conducido por un huesudo vampiro.

Pablo Pérez Sibaja 2002

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